Ser misionero es tener el corazón manchado de tierra colorada, es sentir la espesura del verde y que el caudal del Paraná corre por tus venas.

Ser misionero es mixtura de razas y creencias, es vivir en la frontera, es conocer que las mejores chipas salen de un canasto, es comer reviro con mate cocido y saber que si te dicen que sos “argel” es porque tenés que cambiar la cara.

Ser misionero es levantarse cuando sale el sol, que pueden hacer 45º a la sombra y que lo mejor es tomarse un tereré con amigos sentado bajo un mango.

Es caminar kilómetros por la picada para llegar a la escuela, o saber que un día de lluvia es imposible llegar sin barro en los pies a trabajar.

Es escuchar la risa de los gurises corriendo en los barrios, y que en cada casa de un amigo te esperen con un mate hecho en un porongo de calabaza (porque así es el mate de “ley”).

Ser misionero es entender que el calor a veces no sólo te abraza sino que casi te mata y que andas en ojotas es parte de la vida.

Es renegar cuando te sentís “pichado” porque las cosas no salen bien o ser bien “cabezudo” y darle para adelante.

Es comerse un choripán para festejar con amigos y hacer que el asado de los domingos sea una fiesta.

Ser misionero, nosotros sí que sabemos lo que es, porque despertamos cada mañana pensando en llegar a más de 700 comercios en cada barrio, cada pueblo, cada picada, para que cuando pienses en Misiones te acuerdes de nosotros.